Imagínate dar unos pasos ladera abajo y, de repente, notar cómo tus pies ya no tocan el suelo. En un instante te ves flotando sobre el valle, con el murmullo del viento en los oídos y una mezcla de euforia y calma recorriéndote el cuerpo. Así empieza la experiencia del parapente en el norte de Tenerife: una vivencia que combina adrenalina y serenidad, mientras contempla la isla desde una perspectiva reservada a las aves. Bajo la vela multicolor se despliega un mosaico de acantilados verdes, caseríos encalados, playas de arena volcánica y, al fondo, la imponente silueta del Teide vigilándolo todo.

Para quienes se alojan en el Hotel Rural Casablanca, en el municipio de Los Realejos, esta aventura está prácticamente a la puerta de la habitación. El clima norteño, moderado todo el año, y una orografía que regala corrientes ascendentes constantes, convierten esta parte de la isla en un pequeño paraíso para los amantes del vuelo libre. Además, la combinación de mar y montaña abre un abanico de panorámicas que muy pocos destinos pueden igualar.

A continuación encontrarás un recorrido por los sitios más emblemáticos para lanzarte, descripciones sensoriales que intentan hacer justicia a la realidad, testimonios de valientes que ya vivieron su bautismo de aire y consejos prácticos para que prepares el tuyo. Un único requisito: ganas de dejarte sorprender.


Lugares ideales para lanzarse en el norte de Tenerife

1. Mirador de La Corona (Los Realejos) – Volar sobre el verde y el azul

El Mirador de La Corona, a unos 765 m sobre el nivel del mar, es probablemente el punto de despegue más célebre de la zona norte. Se accede por una pista que serpentea entre bancales de plataneras y viñedos hasta llegar a un claro abierto orientado hacia el Atlántico. Allí, una suave rampa de césped natural invita a correr un par de pasos y dejarse abrazar por la brisa que sube desde la costa.

En cuanto tu vela infla y el suelo desaparece bajo los pies, el valle de La Orotava se abre en abanico. Hacia la izquierda asoma el Teide con su cono perfecto; hacia la derecha, pueblos como Los Realejos y San Juan de la Rambla se despliegan en miniatura; al frente, el océano se extiende hasta donde la vista alcanza, pintado de un azul intenso. El vuelo suele durar entre 15 y 20 minutos, tiempo suficiente para hacer giros suaves, perder la noción del reloj y guardar en la retina un sinfín de detalles: huertas verdes dibujando mosaicos, el blanco de las casas iluminando las laderas, la espuma de las olas golpeando los roques costeros.

El aterrizaje más habitual es la Playa del Socorro, una amplia franja de arena negra donde el sonido del mar sirve de bienvenida terrenal. Al tocar tierra, la sensación es de victoria: euforia pura mezclada con la certeza de haber vivido algo único. Para los huéspedes del Hotel Rural Casablanca, apenas separan unos minutos en coche la zona de despegue de la terraza donde brindar después por la hazaña.

2. Izaña (Parque Nacional del Teide) – Un descenso épico desde 2 200 m

Si La Corona regala vistas de combinación montaña–mar, el despegue de Izaña eleva la experiencia hasta el extremo. Situado en plena dorsal del Parque Nacional, a más de 2 200 m de altitud, este punto de salida presume de uno de los desniveles más grandes de Europa: más de 2 000 m hasta casi rozar el nivel del mar.

El arranque se realiza frente al mismísimo Teide, cuya mole volcánica parece al alcance de la mano. Tras la carrera inicial, el parapente planea sobre un paisaje lunar de coladas negras y conos rojizos. A medida que gana distancia, la vegetación va cambiando: primero pinar de alta montaña, luego monteverde y, por fin, cultivos y caseríos al acercarse a la costa. En días despejados el horizonte revela incluso siluetas de otras islas vecinas.

El vuelo desde Izaña se alarga fácilmente más de media hora, dependiendo de las corrientes térmicas. Se siente casi como un paseo en alfombra mágica, donde el silencio solo lo rompe el leve crujir de la vela. Debido a la altitud, conviene abrigarse bien y llevar guantes ligeros. El aterrizaje puede variar según las condiciones: en El Socorro si el viento lo permite, o en fincas interiores habilitadas para ello. Sea cual sea el punto final, la travesía desde las cumbres del Teide hasta la costa norte deja al piloto con la orgullosa sensación de haber atravesado media isla en un suspiro.

arcocomunicacion Parapente biplaza despegando desde el Mirado 904cdfc3 caef 44bd 9b71 9dc6085c20b3 2 1

La experiencia por dentro: así se siente volar

En tierra nos movemos con la gravedad como compañera constante; en el aire, esa ley parece relajarse. Todo empieza con unas cuantas zancadas que exigen decisión: es el instante de confiar. En cuanto la vela se tensa y notas que te sostiene, surge un silencio inesperado. El murmullo del tráfico, las voces lejanas, incluso el latido acelerado se apagan un segundo, sustituidos por un susurro suave que cuela notas de viento en los oídos.

La adrenalina, intensa al principio, se transforma de pronto en una calma luminosa. No hay brusquedad ni caídas en picado; es más bien un suave planear, como si el cuerpo se depositara en una invisibilidad de aire dispuesto a sostenerlo todo. Las manos descansan en los mosquetones, el arnés abraza con firmeza la cintura y la espalda, y el piloto —si vuelas biplaza— comenta de vez en cuando detalles del paisaje: “Mira abajo el acantilado; fíjate en la espuma contra la roca”.

En vuelo se descubre el territorio en formato panorámico de 360°. Se distinguen colores que en tierra pasan desapercibidos: el verde esmeralda de los barrancos húmedos, las pinceladas violetas de alguna flor de tajinaste, los blancos casi fosforescentes de las casas en las laderas. Desde arriba, las playas de arena negra dibujan arcos oscuros que contrastan con el azul cobalto del mar. A cierta distancia, la nube baja del alisio genera un mar blanco donde parece que el Teide flota como un barco volcánico.

Hay un momento —casi siempre sobre mitad del vuelo— en el que todo cobra una claridad especial: algo dentro de la mente se recalibra y parece entender que volar, contra lo que dicta la lógica terrenal, es posible y seguro. Ese instante es terapéutico. El tiempo se ralentiza, las preocupaciones pierden peso y el único pensamiento es asombro puro, sin filtros. Cuando llega la hora de descender, la vela describe amplios giros que generan una sensación de carrusel lento; el suelo se aproxima de manera tan gradual que el aterrizaje apenas se intuye hasta que los pies tocan firme otra vez.

En el primer segundo tras la toma, tu cuerpo aún cree que está flotando. Luego cae en la cuenta de que todo pasó sin impacto ni vértigo: solo una enorme descarga de felicidad.


Voces que ya lo vivieron

Nada describe mejor el parapente que el testimonio de quienes ya se lanzaron:

  • Alfonso, junio de 2024: “Nunca pensé que me sentiría tan tranquilo flotando a tanta altura. Fue como entrar en un estado de paz con vistas impresionantes. El instructor me explicó cada detalle y en ningún momento sentí miedo. Quiero repetir.”
  • Alba, agosto de 2023: “Era mi primer vuelo y llegué muy nerviosa. En cuanto despegamos sentí una libertad indescriptible y las vistas de los acantilados me dejaron sin palabras. Me trataron genial; la experiencia supera cualquier vídeo.”
  • Miguel, febrero de 2025: “Lo mejor fue despegar frente al Teide, ver la isla entera a mis pies y aterrizar junto al mar. Fue un contraste brutal. Me llevé las fotos y vídeos y ahora cada vez que los veo me vuelven los nervios buenos.”

Estas impresiones coinciden en tres ideas: la sorpresa de lo suave que resulta el vuelo, la emoción que se queda grabada para siempre y las ganas de repetir en cuanto el parapente toca tierra.


Consejos prácticos antes de tu bautismo aéreo

  1. Elige la temporada con flexibilidad. El norte de Tenerife permite volar casi todo el año, pero invierno y primavera suelen ofrecer cielos más despejados y vientos suaves. En verano los alisios pueden traer nubes bajas; si ocurre, las escuelas a menudo reprograman o cambian de despegue. Reserva los primeros días de tu estancia para contar con margen si hay que ajustar la fecha.
  2. No necesitas estar en forma olímpica. Para un vuelo biplaza basta con poder trotar unos metros. Edad y condición física son secundarias siempre que no existan problemas cardíacos graves o lesiones serias. Las empresas establecen rangos de peso por seguridad; consúltalos al reservar.
  3. Confía solo en profesionales titulados. Verifica que la empresa y los instructores cuenten con licencias en regla y seguro de responsabilidad. Es tu garantía de que conocen bien el clima local, los accesos y los protocolos de emergencia.
  4. Viste cómodo y abrígate en altura. Calzado cerrado, chaqueta cortavientos, gafas de sol y, si sales desde Izaña, guantes finos. Lleva una camiseta de recambio para ponértela después: la mezcla de adrenalina y brisa fresca puede dejarte destemplado cuando aterrices.
  5. Desayuna ligero y olvida la cámara en la mano. No conviene volar con el estómago pesado ni con objetos sueltos. Casi todas las empresas graban el vuelo en vídeo o hacen fotos que recibirás después. Así disfrutas con las manos libres y sin riesgo de perder tu móvil.
  6. Relájate y confía. Los nervios son normales los primeros minutos. Escucha las indicaciones del piloto, respira profundo y tómate un momento para mirar alrededor y asimilar dónde estás: flotando sobre un pedazo de volcán en mitad del Atlántico. Es un recuerdo que atesorarás siempre.

Más planes tras el aterrizaje

Cuando el parapente pliegue su vela y recuperes el aliento, descubrirás que la jornada aún ofrece muchas posibilidades:

  • Senderismo con vistas. Desde el mismo Mirador de La Corona parte un sendero que desciende hasta la Playa del Socorro, alternando bosque y viñedos. O, si prefieres la laurisilva, basta con conducir unos minutos hasta el Monte del Agua. Caminar te dará la perspectiva terrestre que complementa la aérea.
  • Relax rural. Nada como regresar al Hotel Rural Casablanca, sumergirse en la piscina climatizada y repasar mentalmente cada giro sobre el océano. El silencio del entorno y las vistas desde la terraza cierran el círculo de la experiencia.
  • Gastronomía local. En los guachinches de Los Realejos encontrarás platos caseros regados con vino de cosecha propia: cabrito en salsa, papas arrugadas con mojo, quesos ahumados. Su sabor se multiplica tras el esfuerzo y la emoción vivida.
  • Exploración cultural. Si todavía sobran fuerzas, acércate al casco histórico de La Orotava o visita el Drago milenario en Icod. El norte de Tenerife rebosa patrimonio, y cada kilómetro se recorre ahora con una sonrisa cómplice: desde el cielo ya lo viste todo a vista de pájaro.

El cielo de Tenerife te espera

El parapente es mucho más que una actividad de aventura. Es una puerta a la sensación primordial de libertad, un recuerdo que se instala en la memoria con la fuerza de las emociones auténticas. En el norte de Tenerife, con montañas verdes que se zambullen en un océano azul profundo, esa libertad se vive intensamente y cerca de todo.

Quienes se hospedan en Los Realejos disponen de despegues emblemáticos a pocos minutos y de paisajes que enamoran. Bastan ganas, un par de zancadas y la confianza en un profesional para rendirse al viento y contemplar la isla desde una atalaya sin muros. Al aterrizar, algo se remueve dentro: quizá gratitud, quizá la certeza de que hacer realidad un sueño es más sencillo de lo que parecía.

Así que la próxima vez que asomes la vista a las cumbres del norte tinerfeño y veas un parapente cruzar el cielo, recuerda que el piloto ahí arriba podría ser tu próximo yo. Atrévete a dar el salto, deja que Tenerife te abrace desde el aire y descubre por qué quienes lo prueban no se cansan de contar que volar aquí es, sencillamente, inolvidable.

¡Buen vuelo!